miércoles, 17 de abril de 2013

¿Sobrecalificados?

¿Qué es lo que pasa cuando hacemos un reclutamiento y nos llegan muchos cv's sobrecalificados para el puesto vacante? Lo desechamos así nomás? Este artículo nos invita a reflexionar un poco más sobre este tema tan común para quien trabaja en selección de personas en Montevideo.

Sobrecalificados para trabajar
Un estudio muestra que 51,8% de los trabajadores tiene más calificación que la necesaria, pero eso no garantiza conseguir un empleo
En épocas de crisis los médicos trabajan de taxistas. Sin embargo, en tiempos de expansión económica, no hay mucha diferencia. El mercado laboral uruguayo está repleto de docentes que son recepcionistas, ingenieros que son administrativos, veterinarios que son simples estilistas de mascotas porque no encuentran un trabajo acorde a sus años de escolaridad y experiencia.

El estudio Evaluación de los desajustes entre oferta y demanda laboral por calificaciones en el mercado laboral de Uruguay, de la economista Alma Espino (realizado a pedido del Banco Central del Uruguay), reveló que la mitad de los trabajadores (51,8%) posee un nivel de calificación superior a las exigencias de su empleo y, por consiguiente, percibe una remuneración que no le devuelve la inversión educativa.

Para la investigadora del Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración de la Universidad de la República, la insatisfacción que les produce la sobrecalificación a los trabajadores es un obstáculo para el funcionamiento del mercado laboral en el contexto de crecimiento económico y aumento del empleo en el país. Los trabajadores insisten en que estudiar no paga. 
Inútil sin experiencia

En el año 2000, el 44% de la población empleada poseía un nivel de formación superior a la exigida, mientras que en 2004 ascendió a 47%. El alto nivel de sobrecalificación entre los trabajadores uruguayos tiene raíces históricas. Ante las elevadas tasas de desempleo, la educación funcionaba como el salvoconducto para acceder a un buen empleo. La idea todavía persiste, pero la posesión de un posgrado o una maestría ya no hacen la diferencia, por ejemplo, entre dos candidatos a un puesto gerencial.

Según Federico Muttoni, gerente de la consultora Advice, hoy “la formación en sí misma no garantiza el acceso a una oportunidad laboral que satisfaga a la persona; solo es una condición básica”.

Muttoni sostuvo que si se tiene en cuenta que la calificación se completa con la experiencia laboral y las aptitudes del aspirante, la cifra de Espino debería ser mucho más baja. “Sin inglés y sin manejo de herramientas informáticas es considerado de baja calificación”, apuntó. Muttoni indicó que, en general, el conocimiento de idiomas extranjeros es bajo entre los trabajadores uruguayos. 

De acuerdo al estudio de Espino, las ocupaciones con mayor nivel de sobrecalificación se encuentran en las oficinas administrativas, incluidas las públicas (85,4%), y los servicios financieros (72,7%).

Las raíces de la sobrecalificación en las primeras se corresponden a la alta concentración de mujeres en el sector que, en promedio, tienen mejores niveles de escolaridad que los hombres. En 2009, los años promedio de educación de los asalariados privados fueron 9,45; mientras que los públicos registraban 12 años.

La posible explicación para la sobrecalificación en los servicios financieros es el ingreso de profesionales como auxiliares de servicio –un contador ingresa, por ejemplo, como cadete– con la expectativa de pasar al escalafón técnico en los años siguientes mediante la modalidad de concurso. También se trata de un sector relativamente estable, de buenas remuneraciones y beneficios que, además, se fue tecnificando con el correr de los años. Muttoni agregó que algunas instituciones financieras pasaron a contratar profesionales por “ser menos propensos a sindicalizarse”.

Las oficinas públicas atraen también a los sobrecalificados por la estabilidad, aunque sea para desempeñarse en puestos inferiores a su preparación. Guillermo, un licenciado en informática y con una maestría en curso, tiene un contrato a término en un ente. “La administración pública pide ingenieros para algunos cargos pero terminan rellenando planillas de Excel, lo que podría hacer un estudiante de primer año. Es desmotivante”, comentó a El Observador. Guillermo hace dos años que busca un empleo más acorde con su escolaridad y experiencia, pero la oferta es muy limitada. Cuando surge una oportunidad, le piden ser bilingüe en inglés, pero él tiene un nivel intermedio. Agregó:

“La alta especialización en este país conduce al desempleo”.
Por otra parte, la rama más afectada por la subcalificación es la construcción (48,6%), seguida por la agropecuaria (38,6%) y la industria manufacturera (34,7%). Sin embargo, Espino ve como crítico el nivel de subcalificación de los técnicos y profesionales de nivel medio, que alcanza a seis de cada 10 trabajadores. Son aquellas ocupaciones que requieren conocimientos técnicos y experiencia de una o varias disciplinas de las ciencias físicas y biológicas o de las ciencias sociales y las humanidades. “Es un tipo de ocupación que puede llegar a tener mucha incidencia en lo que es innovación”, señaló.

Mamá, me mentiste
El estudio de Espino reveló que los trabajadores sobrecalificados ganan, en promedio, 14% menos que los adecuadamente educados para el mismo puesto; mientras que los subcalificados ganan 15,4% por encima del promedio. En otras palabras, “la sobrecalificación está penalizada”, dijo la economista.

Los años de escolaridad, en contra de la recomendación maternal, no garantizan un mejor trabajo ni un mejor sueldo. Tampoco garantizan mayor productividad. Otra explicación es que los trabajadores con educación superior a la exigida “se concentran en ocupaciones de más bajos salarios”, lo que podría vincularse a “patrones de segregación y discriminación laboral”, especialmente de género.

Mariana es veterinaria, tiene una maestría en salud animal, y está terminando la licenciatura en biología. Tiene dos trabajos: medio horario en la facultad y medio horario en una veterinaria. En total percibe alrededor de $ 11.000, pero sus gastos fijos mensuales ascienden a $ 8.000. Ha optado por tener dos currículos: el académico y el que llama “social” para presentarse a cargos no especializados. “No te queda otra que mentir. A veces me levanto en la mañana preguntándome para qué estudié. En la clínica gano $ 65 por hora. Ahí soy veterinaria, vendedora y peluquera. Conozco empleadas domésticas que ganan más”, manifestó.

Sheila, con una licenciatura y maestría en marketing, dice cobrar hasta $ 15 mil menos de lo que gana un colega de su experiencia en una empresa del ramo. Ella ahora hace trabajo administrativo en una agencia de medios digitales, donde entró después de un año de estar desempleada. En ese tiempo presentó un “currículo apócrifo” en una joyería para una vacante de vendedora. “Quité la educación y la experiencia en gerenciamiento de mi empleo anterior, no me creyeron y no me dieron el trabajo por estar sobrecalificada”, relató a El Observador. Y añadió: “El mercado me escupe en la cara cada vez que salgo a buscar trabajo”.

Aquella frase es la que más escuchan estos jóvenes sobrecalificados al ser descartados por posibles empleadores. A Guillermo le dicen que prefieren contratar a un estudiante o recién egresado porque salen “más baratos”. Algunas empresas, además, los descartan porque saben que se van a ir cuando les surja una mejor oportunidad. Para ellos, la sobreeducación es sinónimo de fracaso.

Neker De la Llana, gerente de servicios profesionales de Manpower Professional, reconoció que a la hora de seleccionar personal también se considera que el puesto no resulte “alienante” para la persona. “En esta situación todos pierden. El trabajador porque no se desarrolla profesionalmente y la empresa porque puede tener problemas de productividad”, afirmó.

De todas formas, recomendó que las empresas adopten un esquema de beneficio mutuo aunque la relación no sea de largo plazo. Para los jóvenes consultados no es más que una injusticia.

En los últimos cinco años no ha cambiado ni la cantidad de egresados universitarios ni las preferencias de carreras, por lo que abundan los perfiles humanísticos y faltan los orientados al sector productivo. Esto ha aumentado la sobrecalificación de los trabajadores.

A juicio de Espino y De la Llana existe un desajuste entre la oferta educativa formal y la demanda del mercado que debe ser revisado. Ambos afirmaron que se debe fomentar la especialización y la actualización de conocimientos en el empleo. La economista agregó que el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional (Inefop) debe intervenir en este sentido.

El consejo de De la Llana es estudiar y trabajar al mismo tiempo, ganar de dos a cinco años de experiencia laboral y recién allí avanzar en instancias de especialización. “Hacer un posgrado enseguida de la graduación termina siendo nocivo”, declaró el especialista en recursos humanos.

Eso lo sabe bien Laura, una licenciada en historia que a poco tiempo de egresar se fue a España a realizar una maestría. A su regreso nada cambió. Daba clases en liceos y tuvo que trabajar como recepcionista para aumentar sus ingresos. “Era una situación insustentable”, dijo a El Observador. Resolvió irse a estudiar un doctorado a Brasil donde un profesor universitario empieza ganando $ 50.000. En Uruguay, un grado 1 con 20 horas ronda los $ 6.000. No sabe si volverá. “La docencia está muy poco valorizada”, completó.
Artículo de El Observador

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